jueves, noviembre 03, 2005



Legorreta, arquitecto, en San Ildefonso

Domingo, 30 de octubre de 2005 por la tarde. Después de salir de La Opera, nos encaminamos por Cinco de Mayo hasta legar al Zócalo. La plaza más grande de México y la segunda más grande del mundo, dicen los que la han medido.

Recorremos la gran plaza. Están grupos diversos, como diverso es este país. Están los preparativos para el Día de Muertos: Los hornos de leña, bóvedas de ladrillos rojos, para cocer el pan de muerto; la puesta del escenario para la Ofrenda de Muertos. La fila de personas que esperan a recibir una limpia que incluye ser ahumados con incienso. El México heredero de la cultura mesoamericana.

Desde una esquina hemos recorrido el Zócalo hasta la esquina opuesta. Por la misma plaza y frente al Palacio Nacional recorremos el trayecto hasta la entrada a la estación del Metro. Mi hijo se despide, desciende por la escalera al subterráneo, se va a una tocada de la banda o grupo de uno de sus amigos.

Chalío y yo continuamos el recorrido. Vamos por la calle Moneda. Esta calle está invadida de vendedores de mil cosas. Llegamos a la esquina del edificio de la Academia de San Carlos, está cerrado el edificio, no podemos entrar y conocerlo. Regresamos por Moneda, nos internamos en el tianguis. Chalío compra una mascara de Blue Demon, el luchador. Llegamos al antiguo Colegio de San Ildefonso.

Con mi tarjeta de Amigo del Colegio, entramos a ver la exposición de Ricardo Leorreta, arquitecto. La exposición es:

Color: Predominantemente el rosa mexicano y el azul, el índigo. Estos colores que identifican sus obras, lo mismo que en la ciudad de México como en el extranjero.

Líneas: La recta formando rectángulos, formando cuadros, formando escaleras, definiendo el perfil de sus construcciones. La curva, como en la Catedral de Managua, cuya maqueta me impresiona.

Agua: Los espejos líquidos en sus edificaciones. Para muestra en uno de los patios un ensayo, con un acueducto recto que termina en un espejo, éste limitado por rectas.

Luz: Los espacios para el paso de la luz exterior. Para formar el contraste de luz, color y sombras.

Es de destacarse el homenaje que el arquitecto homenajeado hace de quienes construyen con la destreza de sus manos, la fuerza de sus brazos y sus miradas, las obras que él diseña y ellos y ellas construyen, repellan, pintan y limpian. Este homenaje a los obreros y obreras está plasmado en sus propias fotografía, ellos con sus dorsos desnudos y trepados en un andamio, ellas con su mirada sonriente.

Terminamos el recorrido por las salas y pasamos a la tienda de souvenirs. Me llevo un ejemplar de uno de los libros de Legorreta para mi sobrino Israel, recién graduado de arquitecto.

Salimos del Colegio y por Donceles, luego República de Chile y luego Tacuba llegamos al Metro. En la estación Allende abordamos el tren subterráneo, éste es nuevo o seminuevo, un largo gusano que permite el paso de un vagón a otro. En el Metro nos integramos a la multitud de capitalinos. Nos vamos de regreso a casa.

2 comentarios:

c324r dijo...

Me haces desear volver allá, a la ciudad de los palacios, en donde tantas noches perdía mis andares sin rumbo, solamente para no sentirme un extraño...

Me gusta siempre sentirme transportado... creo que es el verdadero regalo de la lectura... Gracias por darme boleto a aquella plaza.

Anónimo dijo...

Muy precisas y agradables tus narraciones; realmente me haces recordar todos esos lugares. Me ha gustado mucho tu estilo de escribir. ¡Felicidades!