domingo, diciembre 25, 2005


La fiesta de la familia Rivera

Al mediodía de hoy, como cada año, vamos a la fiesta de la familia Rivera. Cuando llegamos al lugar de la reunión ya están varios de los sobrinos, primos y tíos. Hay una nueva integrante de la familia, se llama Judith, es una bebita, está envuelta en sus cobijas y ya está en la fiesta.

Llegan otros primos, otros tíos y otros sobrinos. Un organista ameniza la fiesta. Van llegando más familiares, ya casi estamos todos.

Pasamos cada quien a servirnos nuestro platillo del buffet que ha dispuesto mi tía Felina y al que se han agregado los platillos que traen otros familiares. Comemos y conversamos.

Edgar, mi sobrino, toma el micrófono y presenta a mi primo Horacio, quien ofrece el ágape. Luego toca el turno en la palabra a mi papá, a quien Edgar le pidio que hiciera una remembranza de la familia.


Mi papá narra la historia familiar, él se reconoce como integrante de la cuarta generación. Nos dijo que en un año aproximado a 1850, Antonio Rivera, comerciante de origen veracruzano, quien transitaba caminando desde la costa del Golfo de México a la costa oaxaqueña del océano Pacífico, conoció y se enamoró de Natividad Ortíz, descendiente de pastores y arrieros de ganado caprino, quienes llevaban sus rebaños desde la mixteca oaxaqueña a Tehuacan en la mixteca poblana. Ellos Antonio y Natividad fueron la primera generación de esta familia. Uno de sus hijos fue Basilio, quien se casó con Paula López y procrearon a Octaviano, naciendo así la tercera generación. La cuarta es la de mi papá y sus hermanas y hermanos, Octaviano se casó con Laura Santiago, sus padres.

Estuvieron en la fiesta: Felina, Lauereana, Candido, David y Heliodoro, mi papá, de la cuarta generación. Estuvimos, de las siguientes generaciones, junto con los hijos de los tíos ya fallecidos, los hijos de los tios presentes, otros primos, muchos sobrinos. La más pequeña Judith.

Después de la remembranza familiar, brindamos porque sigamos reuniéndonos y conviviendo. La cuarta, quinta, sexta y séptima generaciones y las próximas.

Luego se rompió una piñata, se obsequiaron regalos y bailamos. Conversamos, convivimos y con abrazos nos despedimos. Hasta el próximo año.

domingo, diciembre 18, 2005

España Medieval en Chapultepec



Por la mañana, vamos a Chapultepec por las avenidas División del Norte, Nuevo León y Sonora. Estacionamos el vehículo. Vamos caminando al Castillo.

Poca gente todavía, para llegar damos un rodeo por la izquierda del Monumento a los Niños Héroes. Hay preparativos para el festejo del Día del Policía. Por la rampa ascendemos hasta el castillo.

Entramos a la exposición España Medieval, en la segunda planta del majestoso edificio. En el acceso un caballero medieval, junto a él un caballo con su montura. Enfrente otro caballero, éste junto a una Cruz labrada en piedra. A los lados de la puerta de entrada a la sala sendos conjuntos de alfardas.

Al iniciar el recorrido un gran mapa nos ubica en lo que era el Imperio Español en el siglo XV, que sucedía en el Valle de Anahuac y qué en el mundo.

Un retablo de ocho partes narra la conquista de México. El sometimiento de los mexicas a la cultura judeocristiana y con influencia musulmana que se impuso en la Nueva España. Retablos, óleos, esculturas. Destaca una escultura en madera, un Cristo en la Cruz, de una sola pieza, en ella el escultor aprovecho las formas ramificadas del tronco de árbol en el que talló su obra.

A manera de ilustración de la arquitectura de arcos, con tubulares de aluminio se muestran en las distintas salas las formas diferentes de los arcos y bóvedas de las edificaciones coloniales.

En una vitrina de la última sala se muestra un libro. La descripción al lado nos recuerda que fue Juan de Zumarraga quien instaló la primera imprenta, de Juan Pablos, en la Nueva España, que fue también la primera en América, en 1537.

Desde ese año, 1537, se imprimen textos en estas tierras de América. Hoy uso la computadora de mi hijo y escribo esta breve crónica.

Nos retiramos de Chapultepec. Va llegando mucha gente, miles. Nos vamos a guardar el vehículo. Más tarde viajaré a Tampico.

lunes, diciembre 12, 2005

De Oaxaca a la ciudad de México, entre el fervor guadalupano

Ya es domingo 11 de diciembre, estamos en la fiesta de la boda de Judith. Salimos cuando la fiesta termina, son las cuatro de la mañana, vamos a dormir.

Al salir a abordar el vehículo, nos encontramos a Juan Diego. Él va de la mano de su madre, viene de regreso de la iglesia de Guadalupe, él tiene 5 o 6 años, va con su indumentaria de calzón y camisa de manta blanca y unos bigotes pintados con carboncillo. Él se va caminando por la acera.

En el vehículo, tratamos de llegar al centro de la ciudad pasando por a un lado del Parque Juárez, conocido como El Llano. No podemos pasar, la calle está cerrada. Son los festejos previos al día 12 en el atrio y calle de enfrente al templo de Guadalupe. Buscamos otra vía, por la calzada de La República, luego Los Insurgentes y Morelos llegamos al Centro. Estacionamos el vehículo y caminamos. Pasamos frente al Zócalo, sus jardineras están sembradas de Nochebuenas, el Zócalo se ve rojo.

Llegamos caminando hasta el mercado, nos proveemos de tasajo, chorizo, salchichas, quesillo, tlayudas, hojaldras y dulces regionales.

Regresamos al vehículo y vamos a despedirnos. La despedida en casa de nuestros anfitriones incluye un desayuno: Tamal de mole, chocolate y pan. Ahora si nos despedimos. Abordamos los vehículos y salimos a la carretera. Mi hijo va adelante y yo lo sigo.

En la caseta de Huitzo un grupo de personas ha tomado el control. Está dejando pasar a todos los vehículos sin permitir que los encargados cobren el peaje. Les digo que su actitud es incorrecta, circulo para no detener el tráfico. Me detengo enseguida, le hago saber al policía federal que no es posible que permitan que un grupo de 30 ó 40 personas hayan tomado el control de la caseta de cobro, él me contesta que esta situación ahora no es posible solucionarla qué será con las nuevas votaciones. La ingobernabilidad. Reanudamos el viaje.

En el trayecto de descenso, por los cerros cortados y por donde la carretera va de un cerro a otro por puentes, nos detenemos a contemplar el paisaje. Montañas, la vegetación es sólo de arbustos y cactus prendidos como alfileres. Seguimos. Termina Oaxaca. Pasamos el puente Calapa. Ha empezado Puebla. Nos detenemos a contemplar el paisaje. El puente de 110 metros de altura, de un cerro en Oaxaca al cerro de enfrente en Puebla. Seguimos avanzando.

Llegamos a la autopista, en Cuacnopalan, y nos incorporamos. Al llegar a Acatzingo, mi hijo se despide desde la ventanilla y deja la autopista, se va a Xalapa. Seguimos por la autopista.

Pasamos Puebla. Vamos alcanzando grupos de peregrinos guadalupanos. Grupos en bicicletas, con la imagen de la Virgen de Guadalupe en sus espaldas. Otros grupos a pie, corriendo en relevos, cual correos de los mexicas cuando hacían la travesía desde las costas del Golfo de México al altiplano central.

Llegamos a la última caseta. Vamos pasando al lado de Chalco. Encontramos más grupos de peregrinos. El tráfico se hace lento, lentísimo, se detiene por momentos. Hacemos de la caseta a la entrada de la Avenida Zaragoza más de dos horas. Miles de peregrinos avanzan por uno de los carriles laterales y por el carril de la derecha. El avance es lento, vamos a la par que los peregrinos, muchos jóvenes. Una pareja lleva a su bebe en su carreola. Miles y más peregrinos. Trato de entender que los mueve a ir caminando. ¿Su fe religiosa? ¿Su esperanza en qué la virgencita los ayude a encontrar soluciones a sus problemas? Caminan…

Estamos en la ciudad de México.

lunes, diciembre 05, 2005


De Xalapa a la ciudad de México, por el bosque sin niebla

Domingo 4 de diciembre. Por la mañana leo. Desde ayer por la tarde busqué El desfile del amor de Sergio Pitol. Vuelvo a leer este libro cuya primera edición fue hecha en 1989.

Salimos a comprar víveres y consumibles. Regresamos a la casa. Nos despedimos de mi hijo e iniciamos el viaje.


Salimos de Xalapa, tomamos la carretera, ascendente y curvilínea. Vamos encontrando autos que regresan a con árboles pequeños en su toldo, árboles para la Navidad. Antes de Las Vigas hay un gran estacionamiento lleno de autos, y en ambos lados de la carretera más autos estacionados, todos con un árbol en su toldo. Han venido hasta el bosque a cortar y llevarse un árbol.

Es un día soleado, no encontramos ningún tramo con niebla. La niebla, qué es parte del paisaje en esta parte del mundo, no está presente por ahora. Terminamos el tramo de curvas. Antes de llegar a Perote está el campo reforestado por el ejército. Una extensa área sembrada de árboles todavía pequeños. Un anuncio en la carretera identifica al Programa Nacional Forestal. El campo que se ha estado erosionando ahora es reforestado por el ejército. Los soldados han sembrado árboles en donde antes los hubo y fueron talados. Nos detenemos en Perote a comprar tortas de jamón serrano, nos proveemos también de salami. Seguimos avanzando.

Pasamos El Seco y nos detenemos un momento a esperar que pase el tren. Cruzamos la vía y después de ésta y una loma, queda ante nuestra vista el sol en el ocaso. Un círculo rojo y un cielo teñido de rojo. Del rojo intenso el cielo, por donde se está poniendo el sol, pasa al rojo cobrizo. El sol se ha puesto. El cielo, por donde se ha puesto el sol, pasa del rojo cobrizo a un amarillo azulado. Va obscureciendo. Nos incorporamos a la autopista. En lo alto del cielo y a nuestra izquierda aparece la luna, un fragmento de la luna. Ha obscurecido.

El tráfico se va haciendo más intenso. Pasamos la última caseta y el tráfico es muy lento, lentísimo. Varios autos llevan en sus toldos árboles. Algunos llevan dos árboles. Han ido a traer un pequeño fragmento del bosque para sus casas. Muy lentamente avanzamos, llegamos a la Avenida Zaragoza y damos vuelta a la izquierda en el Viaducto. Estamos en la ciudad de México.